Instrucciones para el lector: leer escuchando Traveling Light de Leonard Cohen
No creo que haya nada más bonito y esperanzador que el dolor. La promesa de que algún día desaparezca es mucho más brillante que el miedo a que algún día se desvanezca el placer. Este pensamiento es una constante en una mente estoica. Prefiero calibrar mis emociones en un índice de -5 a 5 que en un índice de -10 a 10. Las alegrías no serán tan intensas pero las penas tampoco. Prefiero eso a una montaña rusa donde subes al cielo y caes a 100 km/h hasta el más profundo de los infiernos.
Yo no quería hablar de esto. Quería hablar de la belleza y el dolor. Dos de los componentes que conforman algo tan bello y doloroso como la memoria. Algo que puede doler tanto cuando falla como cuando atina con el más fino de los recuerdos. Recordar es magnífico, pero ahora parece que cada vez cuesta y duele más. No se puede recordar sin arrepentirse. Arrepentirse de no tener más recuerdos para recordar. Por eso mismo hago esto. Para poder recordar más.
Ojalá volver años más tarde aquí y recordar el momento en que escribí esto. Un momento en que, sentado en la silla de mi escritorio y escuchando “Travelling Light” de Leonard Cohen me disponía a escribirle una réplica a mi amigo Dani. Dani, quien había empezado un par de días antes a escribir sobre el tiempo y el peso de las decisiones. Yo, Dani, no quiero hacerlo como lo estás haciendo tú, al menos no tanto ni tan bien como tú. Este texto se parece un poco bastante a los que has escrito tú. Supongo que eso es lo que tiene que seamos la misma persona. Yo, Dani, hoy escribo sobre la memoria. Y empiezo también, como tú, un diario personal donde intentaré viajar a todos los sitios hasta donde mi memoria pueda llegar. Arrancaré el motor de la memoria y, sin necesitar poner la quinta marcha la dejaré que me lleve por la carretera que quiera. Pararemos en algún momento a recordar y seguiremos conduciendo hasta que lleguemos a un recuerdo en el que quedarse a dormir. Seguro que habrá muchos. Seguro que en muchos me encuentro contigo.
Así doy por iniciado mi cuaderno de bitácora. Gracias otra vez, amigo.
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