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Todo vuelve

Todo vuelve. Cómo tantísimos pensadores han dicho a lo largo de la historia: “baby, la vida es un ciclo”. Desde Heráclito a Bad Bunny, los grandes cerebros de la humanidad llevan centenares de siglos repitiendo. El Ciclo sin fin, que lo envuelve todo. Envuelve tanto que hasta las películas de animación de Disney vuelven. Vuelven en Live Action o en CGI, pero vuelven. Y “El Rey León” no podía ser menos.

Hace unos días ví la nueva versión de “El Rey León”. Y lo cierto es que ha sido la primera vez que he entendido la totalidad de la película. “El Rey León”, la versión original de 1994 debe ser una de las películas que más veces he visto en mi vida. No obstante, mi empanada mental permanente me ha impedido, durante 19 años, entender este film.

Aunque los increíbles gráficos y la potencia visual de esta película no hayan hecho que me maraville, yo he logrado entenderla por completo. Y eso hizo que yo saliera del cine satisfecho. Eso siempre gusta.

El trabajo de Jon Favreau y su equipo ha sido espléndido, haciendo que muchas secuencias parezcan sacadas de National Geographic, en vez de Disney Studios. Lo cierto es que tanto nivel de realidad a veces nubla el espíritu de la película original. Algo de lo que se ha hablado mucho es de la pérdida de expresividad que han tenido los personajes de la nueva cinta. Tanto realismo no podía ser bueno al cien por cien. Aún así creo que el trabajo detrás de esta película es algo que sentará precedente dentro de la historia del cine de animación por CGI.

Otro aspecto del largometraje que no me podía dejar es la Banda Sonora de Hans Zimmer. Uno de sus mejores trabajos y, sin duda, el más diferente al resto de su obra. Creo que la dirección del film ha hecho bien conservando los temas de Zimmer del año 94 y no apostando por otro compositor o por otra tanda de composiciones del alemán. Los temas de Zimmer ponen la guindilla al pastel de Jon Favreau y hace que el espectador deleite esta pieza con más gusto aún, si cabe.

El Rey León (1994) es un film revolucionario.

- Pero Aitor, ¿cómo va a ser un film revolucionario si ni siquiera su guión es original?

Cierto, el guión del Rey León es un guión adaptado de la obra teatral de William Shakespeare, Hamlet. Aún así, como en la mayoría de películas de Disney, su traslado a la pantalla es de lo más satisfactorio. El Rey León es una película que habla de la muerte. Un film que trata de la muerte. Una cinta para niños, que les enseña lo que es la muerte y se la presenta de la manera más sana y natural. Nos enseña como debemos tomarnos la vida, nos habla del significado real de la vida y la muerte. Y, como he dicho antes, habla del ciclo de la vida.

La sutileza y delicadez con la que tratan estos temas es lo que le da esta magia a la película. Una de las escenas más emblemáticas del film y que ha quedado para siempre grabada en nuestra memoria es la que junta a Simba y Mufasa en lo alto de una roca. En ese momento Mufasa le dicta esas famosas líneas que todos conocemos: “Simba, algún día todo esto será tuyo”. En ese momento Simba descubre que algún día Mufasa ya no estará para protegerlo. Es su primer acercamiento a la muerte. Un acercamiento que se verá acelerado por el repentino fallecimiento de su padre, a manos de su tío Scar.

Scar es el claro ejemplo de antagonista de una historia. Y no es el antagonista precisamente porque quiera matar a Mufasa y robarle el trono. Es el antagonista por qué es el único personaje que no entiende cómo funciona el ciclo de la vida, el ciclo sin fin.

El villano reinará mientras Simba esté de vacaciones con sus coleguitas Timón y Pumba, pero cuando el ahora gran león regrese para hacerse con lo que le pertenece, Scar se verá de frente otra vez con su peor pesadilla. “¿Mufasa?” -balbuceaba Scar al ver a un melenudo león desafiarlo- “creí que estabas muerto”. Mufasa había vuelto, la amenaza de ser el débil nunca se había ido. Scar nunca logró entender lo que la película nos quiere transmitir, por más que te esfuerces, hay algo irremediable, la vida y la muerte. El ciclo sin fin. Todo vuelve.

Incluso el difunto Mufasa, en forma de Simba.

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