¿No escribir nada durante dos meses y publicar dos artículos en menos de una semana? Sí, me encanta. Hay varios responsables involucrados en mi vuelta al blog. Mi amiga Carlota, a quien me encanta leer. Ella lo escribe todo desde el corazón, escribe poco, pero cuando lo hace encanta al lector. Otro responsable es Paco de Lucía. Canciones sin letra. Pero canciones que hablan, al fin y al cabo. “Río Ancho” me ha susurrado. He entendido que me decía que escribiera. A Paco de Lucía no se le desobedece, y aquí estoy, otra vez. Escribiendo para quién me lea.
Sin lugar a duda ha habido otra razón de peso que me ha llevado a llenar esta página. Y es que en las últimas 48 horas he disfrutado cómo un enano de dos piezas maestras del cine. “Prisoners” (Denis Villeneuve, 2013) y “Birdman” (Alejandro González Iñárritu, 2014). Es raro, pero me puedo pasar seis meses viendo más de 2 películas a la semana y que ninguna me marque tanto cómo me han marcado estas 2 en tan sólo 2 días. Lo maravilloso del arte y el azar.
Sin restarle importancia al momento, al tempo, a las circunstancias, me gustaría resaltar los datos técnicos que he entendido y de los cuales puedo hablar. Voy con la primera de las dos cintas que visité, “Prisoners”.
PRISONERS
Un thriller psicológico dirigido por Denis Villeneuve. Primera película que veo de este cineasta, aunque ya lo conocía de oído por haber dirigido “Enemy” o la secuela “Blade Runner 2049”. Le di al play a las 11 de la noche, habiendo dado algún amago de dormirme viendo las noticias. El riesgo estaba ahí. Pero fue imposible dormirse. El guion de Aaron Guzikowski te mantiene alerta desde el principio y se mimetiza a la perfección con la minimalista pero excelente banda sonora original de Jóhann Jóhannsson. La sensación de suspense que me transmitía el thriller, incluso jugando con el terror en algún punto, me recordó a uno de mis filmes favoritos: “Zodiac” (David Fincher, 2007). La película tiene varios factores atractivos que hicieron que me decantara por ella ese día a las 11 de la noche. Uno de ellos era la dirección de fotografía de Roger Deakins. Uno de los grandes en esta disciplina cinematográfica, con 14 nominaciones y un Oscar a mejor fotografía por “Blade Runner 2049”. No me decepcionó, en absoluto. Me maravilló el trabajo de Deakins en esta pieza. Aquí os dejo una galería con algunos de los fotogramas del film que alegran la vista. Otro de los atractivos del film, que sin duda me dejó muy satisfecho fue la interpretación de los dos protagonistas. Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal, en esta película se consagran cómo lo que son. Dos de los mejores de nuestra época.
BIRDMAN o La Inesperada Virtud de la Ignorancia
La otra cinta que he tenido el placer de visionar, y que porfin he borrado de mi lista de pendientes es “Birdman: o La virtud de la ignorancia”. Dirigida por Alejandro González Iñárritu, esta película es una lección de “acting”. A parte de que juega con un factor que me vuelve loquísimo, lo “meta”. Es una “metapelícula”, que yo lo llamo. ¿Y por que meta? Porqué es una película que trata sobre la creación o realización de una obra de teatro. Los actores son doblemente actores, interpretan a su personaje y éste a su personaje dentro de la obra. Por eso es una “metapelícula”. Va más allá. A lo que iba, que el film, además de muchas otras cosas, es una lección de interpretación. Michael Keaton está im-presionante, cómo diría David Bisbal. Im-presionante, al igual que sus compañeros de elenco Edward Norton y Emma Stone. El trabajo de Alejandro G. Iñárritu es admirable. Co-escribe el guion y dirige una película dónde se sucede un plano secuencia de casi dos horas. Lo bueno es que yo la vi sin saber que iba a ser un plano secuencia de casi dos horas. Entonces, mi flipada iba increccendo durante los 118 minutos de película. Si eso no te vuelve loquísimo como espectador yo ya no sé. Y, por si fuera poco, el director de fotografía es Emmanuel Lubezki: poseedor de 8 nominaciones y 3 estatuillas a mejor fotografía por “Gravity” (Alfonso Cuarón, 2014), “The Revenant” (Alejandro G. Iñárritu, 2016) y, precisamente, “Birdman” (Alejandro G. Iñárritu, 2015). El Hombre Pájaro acabó llevándose el Oscar a mejor película.
Como decía la mamá de Forrest Gump: “La vida es cómo una caja de bombones. Nunca sabes cual te va a tocar”. Yo, esta semana, he tenido la suerte que me han tocado estos dos pedazos de películas. Me podrían haber tocado en otra época de mi vida, a otra hora. Quizás podría haberlas visto una tarde de febrero, cansado, recién llegado de la universidad. Y me podría haber quedado dormido. Las hubiera ignorado. La creación de ambas hubiera sido en vano para mí. Pero he tenido la suerte de encontrarme con ellas en el momento preciso.
FLASHBACK
Esto que me ha pasado ya me pasó una vez anteriormente. Corría el verano de 2015 y mi padre, residente en Andorra, quería baj… Espera, voy a reformular esto. Que no se me malinterprete. Corría el verano, no mi padre. Mi padre camina, anda. Pero no corre.
Volvemos.
FLASHBACK, ahora sí que sí
Verano de 2015. Mi padre y yo, desde Andorra, bajamos a Alcossebre, un pueblo de la costa de Castellón, dónde tenemos un apartamento. Mi padre, un playa-aficionado, si me permite llamarlo así, disfruta pasando el tiempo en la playa. Y cuando digo “pasando el tiempo” es “pasando el tiempo”. Si por él fuera se pasaría desde las 9 de la mañana hasta las 17 de la tarde incrustado entre la pegajosa arena y la quilométrica orilla de la costa castellonense. De hecho, eso es lo que hace y a menudo nos hace hacer en verano a la familia. No le guardo ningún tipo de rencor por ello, mi padre es de las personas que más quiero y admiro en el mundo. Aun así, sospecho que mi odio a la playa y a todo lo que conlleva es, en parte, su culpa. El caso es que yo, adolescente, con el odio a la playa en pleno desarrollo, y consciente de lo que se me venía encima, decidí descargarme ilegalmente un puñado de películas para quedarme en el apartamento matando el tiempo mientras mi padre se reunía con miles de playa-aficionados como él. Lo que parecía una escapada infierno para mí, se acabó convirtiendo en una de las mejores experiencias cinematográficas que he vivido. Entre el montón de películas que me llevé y vi estaban “Seven” (David Fincher, 1995), “Inception” (Christopher Nolan, 2010), “Shutter Island” (Martin Scorsesse, 2010) y “Fight Club” (David Fincher, 1999). Sin yo saberlo me estaba convirtiendo en un cinéfilo en potencia. Por aquel entonces mis únicas referencias cinematográficas eran Quentin Tarantino y George Lucas. Ese fin de semana me metí a Scorsesse, Nolan y Fincher en la cartera y los sigo descubriendo a día de hoy.
Supongo que esto que pasa con las películas también nos pasa con las personas, y las canciones. Las amamos o las odiamos en función de lo que hay dentro nuestro en ese momento de nuestra vida. Eso que por los ojos nos llega al cerebro es producto de cómo lo interpretan nuestros ojos. Igual me he flipado con tanto desorden gramatical. Pero son las 23:34 y me da pereza cambiarlo para que lo entiendas. Esfuérzate un poco tú también. A veces el espectador lo quiere todo masticadito.
Alguien se tira un año trabajando en una película, libro u obra de teatro para que el espectador, que sin esfuerzo se sienta en su butaca, lo entienda todo a la primera. Sin requerimiento alguno. Pues me parece mal. A mi me gusta que una obra me haga pensar. Incluso me gusta el “no entender”. Esas películas que dejan (de manera razonable) cabos sueltos, finales abiertos, subtramas muertas, escenas sin contexto… Ahí también se disfruta. Autores cómo los hermanos Coen son un claro ejemplo de esto. No hay película de los Coen que acabe habiéndolo entendido todo. He ahí su encanto.
Si en este momento no te interesa una reflexión casi metafísica y con pinceladas poéticas, este artículo te estará pareciendo auténtica mierda de bisonte norteamericano. Pero si mientras lees esto escuchas “Río Ancho” del maestro Paco de Lucía, es más probable que te acabe gustando. Yo lo único que espero es que hayas acabado de leer este artículo y no lo hayas entendido en su totalidad.
Por si acaso lo has entendido todo, te dejo un video de Miguel Maldonado hablando. Que a este sí que no se le entiende. ¡Ssaludosss!